Monday, May 10, 2010

Turner

En el Grand Palais de París se expone una parte de la obra del pintor inglés Turner, acompañada de varios cuadros de pintores contemporáneos suyos, o que influyeron en él. La exposición no es muy amplia pero deja ver bastante bien la evolución pictórica de Turner, que empezó pintando paisajes como Gainsborough y acabó haciendo composiciones impresionistas, treinta años antes de “Impression, soleil levant” de Monet.

Con los años, la luz que Turner no encontraba en su Londres natal y tuvo que ir a buscar al extranjero fue ocupando un espacio cada vez más importante en su obra. La luz, que hasta entonces había permitido a los pintores delinear con más precisión los objetos, perfilar mejor las imágenes, en los cuadros de Turner fue devorando las formas y desdibujando los perfiles hasta que, en sus últimos paisajes, la tierra y la hierba de los prados  no son más que manchas de color y los árboles fantasmas de contornos difuminados, como si el sol le diera en los ojos  mientras pintaba. La luz de Turner nos da una Venecia blanca, que no vieron Canaletto ni Guardi, y alguna marina turbulenta y caótica, ya muy cercana al arte abstracto. Es un pintor fascinante, y es sorprendente la buena acogida que tuvo entre el público de su tiempo  (estamos hablando de la primera mitad del siglo XIX).

En la Inglaterra ya mercantilizada de su época los pintores no dependían exclusivamente de las comisiones de cuadros de tema religioso o de retratos de las familias aristocráticas, como en otros países de Europa, y Turner abrió una galería, o sea una tienda, en la que ofrecía sus obras a la venta; y así se ganó la vida. En el Ashmolean Museum de Oxford hay una curiosa pintura de George Jones en la que se ve a Turner en su galería, mostrando los cuadros a los eventuales clientes. Sabemos pues que tuvo bastante éxito en vida (es decir, que había un público preparado para sus atrevimientos) y que suscitó la emulación de sus contemporáneos.

En la exposición de París hay un cuadro extremadamente interesante de uno de sus principales rivales, el gran Constable. Como tantas veces ocurre entre artistas, la visión de los cuadros de Turner hizo entrar en crisis a Constable, que empezó a dudar de su propia pintura. Para hacer ver al mundo en general, y sobre todo a sí mismo, que seguía siendo el más grande, decidió demostrar que su paleta era tan variada y sutil como la de su competidor en un cuadro que presentaría a la exposición de la Royal Academy. Es el titulado “Inauguración del puente de Waterloo”, uno de los fracasos más estrepitosos de la pintura universal, como podemos ver en el Grand Palais. Lo que quiere ser una manifestación de riqueza cromática y de arte combinatoria no es más que un revoltijo de colores mal elegidos, el desperdicio de una técnica pictórica de primer orden como fue la de Constable. Turner presentó a la misma exposición una marina a primera vista modesta, pero de una elegancia y una delicadeza aéreas, que también figura en la muestra de París.

Quiere la leyenda que, a la vista del desbarajuste de colores de Constable, Turner añadiera irónicamente una mancha de rojo en la parte baja de su cuadro, a la que después dio forma de boya. Constable comentó, despechado: “No es más que vapor y luz”. Así es.

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