Sunday, September 26, 2010

Viaje a Italia - Lago de Garda

"Solían encontrarse en lo alto del torreón" , me dice el dueño del restaurante; "pero estaban juntos muy poco tiempo, apenas una hora". En el jardín se alza, efectivamente, una especie de torre de vigía bastante alta,  cuyos cimientos bañan las aguas del lago.  Mussolini se desplazaba casi a diario a Gardone Riviera, donde estamos ahora, para ver a Claretta Petacci en la Villa Fiordaliso, en cuyo restaurante  acabamos de comer una sabrosa anguila frita del lago de Garda.

El 25 de julio de 1943 Mussolini fue destituído de su cargo de primer ministro por el rey Víctor Manuel III: la noche anterior había perdido una votación del Gran Consejo Fascista, lo que equivalía a un voto de censura para su dirección de los asuntos del Reino y, sobre todo, de la guerra, que él había querido y que fue  un desastre sin paliativos para las tropas italianas. Mussolini había pedido  audiencia al rey para comunicarle su intención de formar un nuevo gobierno y, probablemente, disolver el Gran Consejo, que hasta entonces había sido un remedo ridículo de asamblea deliberante, un conjunto de figurones sin dignidad como son las instituciones legislativas o consultivas de los regímenes autoritarios. Pero en esta ocasión sus miembros se comportaron, por primera y única vez, como hombres libres y el régimen fascista se vino abajo. Mussolini, que aquella mañana había entrado en palacio como primer ministro y todopoderoso "Duce" de Italia, salió al cabo de unas horas y fue detenido al pie de la escalinata del edificio: ni siquiera llegó  a pisar  la calle. Mientras el rey le aseguraba su amistad eterna con palabras conmovedoras, los cortesanos habían avisado a la policía.

Es muy conocida la historia de la liberación posterior de Mussolini - que había sido recluído en un chalet de alta montaña en el "Gran Sasso", en el centro de Italia -  por los comandos aerotransportados del capitán Otto Skorzeny (que muchos años más tarde tuvo una oficina de "ingeniería" en la calle Arenal de Madrid, donde yo le ví alguna vez: desde esta oficina se contrataba como instructor de las milicias palestinas). La operación de los comandos fue muy celebrada, aunque nadie dijo entonces que las tropas italianas encargadas de custodiar al "Duce" habían recibido a los alemanes descorchando botellas de champán. En todo caso, Mussolini fue trasladado a Alemania y, desde allí, Hitler le devolvió a Italia como presidente de la nueva República Italiana, cuyo territorio estaba completamente ocupado por las tropas alemanas. No pudiendo instalarse en Roma por razones de seguridad, el nuevo gobierno ocupó una serie de hoteles y edificios a orillas del lago más grande de Italia, en las cercanías de Salò, ahora agradabilísimo pueblo de veraneantes, limpio, elegante y sin demasiados turistas. Y el régimen renacido, que oficialmente se denominó "Repubblica Sociale Italiana", ha quedado en los libros de historia como la "República de Salò".

El lago de Garda es el mayor de los lagos de origen glaciar del norte de Italia, y está situado en la mitad, aproximadamente, del arco alpino. Las dos ciudades más cercanas son, al sudoeste, Brescia y al sudeste, Verona, que forman con el lago un triángulo mágico (el lago mismo tiene forma triangular, con su vértice al norte) en el que gozar lo que los franceses llaman "la douceur de vivre", aunque la historia que relatamos ahora y que tuvo lugar en estos parajes se parezca más bien al "cuento narrado por un idiota, lleno de estruendo y de furia, sin significado alguno", que era la vida para Macbeth. Las riberas oriental y occidental del lago son escarpadas, con poco espacio para la habitación humana, pero muy distintas entre sí: la occidental fue colonizada a finales del siglo XIX por austríacos y alemanes, que construyeron villas suntuosas y crearon un nuevo paisaje plantando variedades exóticas y lujuriantes, que aquí crecen perfectamente porque este lugar privilegiado disfruta, entre otras cosas, de un microclima que lo protege de las inclemencias del tiempo. En la parte oriental las orillas están habilitadas  como playas, estrechas pero suficientes, que en  verano y en los fines de semana frecuenta un público menestral, distinto del de los lujosos hoteles de la otra ribera. La parte meridional es plana y en ella se ha instalado  la red de pequeñas y medianas empresas que hacen del norte de Italia una de las regiones más ricas de Europa, aunque subsisten rincones encantadores como la península de Sirmione, patria de Catulo un poco estropeada por el turismo.

Al término de la primera guerra mundial los italianos expropiaron las villas de los que habían sido sus "enemigos" austríacos y alemanes (y también de algún suizo, aprovechando la confusión) y se instalaron en ellas, o las dedicaron a hoteles, que todavía existen. En uno de esos chalets, adyacente casi a la Villa Fiordaliso pero situado en la ladera de la montaña, vivió sus últimos años Gabrielle d'Annunzio, a quien el Estado  cedió la vivienda confiscada a un señor alemán que había vivido en ella muchos años sin ejercer ninguna actividad ilícita ni molestar a nadie. D'Annunzio se quedó con la casa y el mobiliario (y una rica biblioteca de libros de arte) y montó en el jardín una especie de parque de atracciones, con un teatrito, un pabellón de cuyo techo está colgado el avión con el que se distinguió en la gran guerra y el casco de un barco, cuyo traslado e instalación allí debieron de costar una fortuna: pero hacía tiempo que las facturas del poeta corrían por cuenta del erario italiano. Todo esto se visita, desde luego; es un museo no desprovisto de interés, pero polvoriento y melancólico. Finalmente los dioses fueron clementes con D'Annunzio, haciéndole morir antes de que pudiera presenciar la catástrofe que desencadenó su amigo y protegido/protector Mussolini y que puso fin a su mundo.

Mussolini se instaló en la villa Feltrinelli, que es probablemente la más elegante del lago. Está en Gargagno, un pueblecito situado  a unos 20 kilómetros de Gardone Riviera. Para llegar a Gargagno hemos de pasar por Maderno, donde merece la pena detenerse un momento para ver la deliciosa iglesia románica de Sant'Andrea; después de la visita a la villa Feltrinelli, podríamos ir hasta Limone del Garda, con sus casas venecianas y los limoneros que le han dado nombre, y , subiendo un poco más, llegaríamos al extremo norte del lago, a Riva del Garda, lugar predilecto de escritores como Goethe, Stendhal o Nietzsche, que allí no encontró la paz que buscaba, aunque tampoco la habría encontrado en cualquier otro sitio.

El hotel Villa Feltrinelli no está abierto a los visitantes, pero se puede ir a comer al restaurante y pasearse por  los salones, que se han conservado como antes de la guerra y son de un estilo "art nouveau" refinado y opulento. La parte del hotel que prefiero (y he leído en alguna guía que esta preferencia está bastante compartida) son los excusados. En las mesitas bajas y las repisas de las chimeneas hay fotografías de los clientes célebres: al comienzo de la primera guerra mundial desapareció la del Kaiser y al final de la segunda la de Mussolini, naturalmente.

En este lugar paradisíaco Mussolini vivió los meses más miserables de su vida, rodeado de espías alemanes, en compañía de su mujer que le sometía a escenas constantes de celos, escapándose para ir a ver a una amante a la que en realidad ya no quería y que no podía probablemente satisfacer. Y presenciando impotente la ruina de todo lo que había intentado construir y, lo que es peor, una ruina de la que él era el culpable principal. La farsa más cruel de todas fue quizás la última. Para Mussolini y los fascistas que le fueron fieles, la República Social Italiana tenía que ser como una segunda oportunidad, una recuperación de los ideales más puros, un cumplimiento de la "revolución pendiente" (a los españoles de una cierta edad esto debe de sonarles familiar). Todas las leyes y directrices adoptadas en el año y pico que duró la República de Salò, y que, por los efectos que tuvieron, no valían ni el papel en el que fueron escritas, eran de claro matiz socialista, desde normas extremadamente favorables al movimiento obrero hasta nacionalizaciones de toda laya pasando por disposiciones  de un populismo absurdo, como la transformación de todos los restaurantes de Milán en comedores populares - aunque también hubo leyes raciales repulsivas.  Mussolini debió de pensar un momento que volvía a ser el joven maestro socialista de sus comienzos.


Curiosamente, muchos jóvenes que no habían tenido nada que ver con el movimiento fascista se sintieron atraídos por lo que ellos veían como una romántica empresa de salvación de Italia y fueron a engrosar las filas de los que después serían llamados "repubblichini" (para no llamarles "republicanos"). Pero todo era falso, todo era mentira y  aquellos jóvenes engañados acabaron haciéndose milicianos y cometiendo atrocidades, o murieron fusilados por los comunistas. Algunos de los supervivientes adquirirían notoriedad después, y sus nombres no dejan de sorprendernos: Marcello Mastroianni, el premio Nobel Dario Fo, Ugo Tognazzi, Giorgio Albertazzi. Sin movernos del mundo del espectáculo podríamos citar a una pareja muy popular del cine de entonces, Luisa Ferida y Osvaldo Valenti, aunque estos se trasladaron al norte por el intento (fallido) de la industria cinematográfica italiana de instalarse en Venecia. Ferida y Valenti acabaron fusilados por los partisanos comunistas, que más tarde justificaron su delito afirmando que la pobre Luisa contribuía a las sesiones de tortura a que eran sometidos los partisanos capturados bailando desnuda delante de ellos, para hacerlos sufrir más. Aparte de que muchos aceptaríamos ser atormentados de esta manera, he aquí un hermoso ejemplo del respeto de los comunistas por la verdad.

Los meses en Salò fueron pues para Mussolini un periodo de inactividad, frustraciones y humillaciones. Los alemanes no le dejaron tomar ninguna iniciativa de importancia, e incluso se vio obligado a ratificar el fusilamiento en Verona de su yerno, Galeazzo Ciano, que había participado en la fatídica sesión del Gran Consejo y había votado contra su suegro. Ciano, a quien todos tenían por un señorito inútil, demostró personalidad y carácter en esta ocasión y también visión política, porque fue contrario a la entrada en guerra desde un principio, y esto le costó primero el cargo de Ministro de Asuntos Exteriores y después la vida. Otros cuatro miembros del Gran Consejo fueron fusilados con él, uno porque era completamente sordo y en la sesión creyó que se estaba votando en favor de Mussolini;  otro se presentó voluntariamente al juicio, pensando quizás que vivía en un estado de derecho. Es posible que fueran los alemanes los que impusieron este final, aunque los fascistas también reclamaban la cabeza de los "traidores".

Harto ya de hacer de marioneta, o quizás incitado por algunos fascistas que proponían la idea delirante de hacerse fuertes en un último reducto en el valle de la Valtellina, y allí defenderse hasta un hipotético armisticio (que ellos mismos sabían imposible) o perecer como Leónidas y sus espartanos, Mussolini se trasladó a Milán para ir después hasta el lago de Como, desde donde pensaba que podría refugiarse en Suiza. Pero este es otro lago, y otra historia.

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